El valor de la tanatopraxia en el proceso de duelo
Inesbe
Tanatoestética
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La tanatopraxia en el proceso de duelo juega un papel fundamental. La tanatopraxia engloba todos los procedimientos orientados a ralentizar los fenómenos de descomposición del cadáver: la higienización, conservación, embalsamamiento, restauración y reconstrucción del cuerpo sin vida, además de las técnicas destinadas al cuidado estético y la presentación del difunto antes tus allegados, dando una imagen de tranquilidad y sosiego en la despedida final. Y es que una buena despedida ayuda a superar antes y mejor la pérdida de un ser querido.
Más allá del trabajo del tanatopractor con el cadáver, este profesional tiene una enorme responsabilidad con las familias, que psicológicamente llegan muy afectadas y tienen que pasar por un duro proceso de duelo. Será la última imagen que tengan de su ser querido, por lo que hacer que el difunto luzca lo mejor posible es la principal misión de un tanatopractor, pues esto les genera paz y les ayuda a vivir este proceso de la mejor forma posible, contribuyendo a cerrar el proceso psicológico del duelo.
La importancia de la formación psicológica
No debemos olvidar que las familias traen consigo un gran dolor emocional, a lo que se suma muchas veces el agotamiento físico y mental tras haber vivido junto a su familiar una larga enfermedad, o el shock por una muerte repentina y/o traumática (en los casos de accidente de tráfico, por ejemplo). Aquí es donde se evidencia el rol del tanatopractor como asesor emocional, cuya misión principal es la de aliviar el dolor de las familias, a partir del ritual de despedida, que se lleva a cabo una vez realizado el proceso de tanatopraxia. Todo ello, desde el máximo respeto y la consideración a las tradiciones, creencias, cultura, tipo de religión de cada familia, entre otros muchos aspectos.
En este sentido, es vital desarrollar una actitud empática y potenciar las habilidades sociales que permitan mejorar la comunicación con las familias en un momento en que la vulnerabilidad se pone de manifiesto y los sentimientos están “a flor de piel”. El tanatopractor debe saber gestionar emociones y primar la calidez humana, por lo que la formación específica en psicología es fundamental.
En conclusión, podemos decir que el tanatopractor ha hecho un buen trabajo cuando la imagen final se ha quedado guardada de forma agradable en nuestra memoria. Después, le corresponde a cada persona vivir su propio trabajo de duelo; un proceso natural en el que el doliente experimenta una serie de fases o tareas, que culminará en la superación de dicho proceso vital. ¿Quieres saber cuáles son? ¡Las analizamos a continuación!
Fases del proceso de duelo
Fase 1. Shock y Negación. Se suele producir una sensación de irrealidad, que puede acompañarse de una congelación de emociones, incluso con actitudes de aparente entereza. En muchos casos, se resta importancia a la gravedad de la pérdida.
Fase 2. Ira. Es el primer “cara a cara” con las emociones tras la negación. Se avivan sentimientos de frustración, enfado e impotencia, atribuyendo la responsabilidad de la pérdida a ellos mismos o a terceros: la persona fallecida, médicos, familiares, amigos, el mundo entero o el propio Dios.
Fase 3. Negociación. Se empieza a asumir el verdadero significado de la pérdida, explorando qué cosas hacer para darle la vuelta a la situación.
Fase 4. Depresión. A medida que avanza el proceso de duelo, la persona comienza a darse cuenta de lo que implica emocionalmente la ausencia y manifiesta sentimientos de pena, nostalgia, pérdida de interés por las actividades cotidianas y necesidad de aislamiento. Es una fase fundamental para comenzar el camino de continuar viviendo a pesar de la pérdida.
Fase 5. Aceptación. Es el estado de calma alcanzado tras comprender y asumir, racional y emocionalmente, que la muerte es un fenómeno inherente a la vida. Supone una herida que termina cicatrizando; recordar, pero seguir viviendo.
Una profesión no apta para “todos los públicos”
Aunque esta sea la labor invisible del tanatopractor, no debe pasar desapercibida. Por eso, las personas que se dedican profesionalmente a los servicios funerarios deben estar preparadas psicológicamente y atender su salud mental. No es una profesión que pueda desarrollar cualquier persona, ya que se debe estar preparado para afrontar determinadas situaciones difíciles. Cada día, tendremos que enfrentarnos al dolor de una familia que ha perdido a algún ser querido, por lo que es vital aprender a desligar lo personal de lo profesional, aunque muchas veces lleguemos a empatizar con alguna situación similar vivida.